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Tomo la palabra

Que peligrosos nos hemos puesto pero no necesitamos al virus para eso claro. Basta con ver algunas noticias para alarmarse y angustiarse. Algunas cuestiones hasta generan repudio.

Esto nos empuja al límite y pone en jaque a todo y a todos. Potencia y descoloca. No solo eso. Los cuerpos interceptados en pausa también se ven afectados.

Que esto afecta, no cabe ninguna duda. Ya hemos dicho en alguna otra parte que se ha instalado para maximizar con fuerza cada una de nuestras miserias. Igual, no solo eso. Menos mal que aún quedan huecos para que surja un más allá de lo miserable. ¿no?  Pero no siempre se toleran esos huecos, claro. Es fácil mirar para otro lado. Lo difícil es hacernos cargo de que la cuota de miserabilidad es justamente eso, hacer al hueco inexistente y que lo que hay del otro lado tampoco existe o no tiene nada que ver con nosotros. Y así vamos, invisibles. Ese hueco que fastidia, enoja e interpela en el mejor de los casos. Seguido a esto, me pregunto por la libertad. ¿Qué es? Libertad. ¿Concepto? ¿Slogan de campaña publicitaria? ¿Vapuleado, mal empleado? Algo que está un poco más claro es que está venido a menos. Tantas cosas suceden en nombre de la Libertad.

Si somos libres, entonces, estamos en pleno derecho de decir y hacer lo que nos plazca. ¿Algo así? ¡Qué línea tan delgada! Si estamos exceptuados claro. Porque ahora un nuevo significante que nos cala con fuerza. Los esenciales y los que no… Los que tienen hambre ¿esos son esenciales o no?  Los que viajan en aviones privados y se van del otro lado del charco y los que, claramente, no. Me hago un lio bárbaro. Insisto, no hace falta este escenario tan particular para lanzar la pregunta.

Y vuelvo a la Libertad… Ser libre y esto del pleno derecho de decir y hacer. Más allá de este encierro inevitable. Y con esto pienso en esa frase que a veces se utiliza cuando se da alguna conferencia… “Le doy la palabra a”… “Tomo la palabra”. De allí el título.  Tomar la palabra como un acto de poder decir porque hablar es sencillo pero poder decir no lo es. Decir es mucho más que hablar, aunque hablar no es poca cosa. A veces hablamos mucho y no decimos nada. Y viceversa. A veces decimos mucho sin deslizar sonido alguno pero ahí nos encontramos con otro estatuto de la palabra. El silencio que siempre dice. La palabra en todas sus formas.

Pero me quedo pensando en el poder. Tener el poder de habilitar o no a la palabra. Tener un poder. Qué responsabilidad y que peligroso… Por eso tantas violencias normativizadas.  Porque el otro tiene el poder de habilitarte pero también de silenciarte, de no escucharte. De hacerte invisible. De asfixiarte. Entonces no basta con “tomar la palabra” ¿no? Sin otro que escuche, que difícil.  Pero tomarla, tomar la palabra marca un comienzo.  Es un acto valiente. Es hacerse visible. Aparecer en escena más allá del escenario apostando a que del otro lado del hueco no estamos todos dormidos.

Quizá la Libertad se parezca un poco a eso. Al acto de deslizarse por el hueco y tomar la palabra. Encontrarse con la miseria propia y también con la miseria ajena, porque de las miserias, eso sí, que nadie está exceptuado. Nos resta, entonces, elegir qué hacemos con la nuestra y eso también es un acto de valentía. Ser libre, al menos un poco.


Es fácil vivir con los ojos cerrados interpretando mal todo lo que se ve. John Lennon



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