Más allá de la masa, la multitud (La novela cultural-familiar psicoanalítica)
Lila M. Feldman
Psicoanalista y escritora
Escribo este artículo animada por una idea: pensar el yo desde la masa, un siglo después, es
marca de atraso, para quienes vivimos esta época signada por las revueltas y las
transformaciones políticas, culturales y subjetivas que nacen de las multitudes (ese conjunto
de sucesos recientes que desembocaron en las elecciones en Chile, son prueba muy próxima
de ello).
Cien años después, ¿qué queda vigente de “Psicología de las masas y análisis del yo”, pienso
que la vigencia del psicoanálisis y el pensamiento Freudiano radica en su método, su ética y su
política, la apasionada investigación de los enigmas del inconsciente, y su gobierno de la vida
anímica. El interés por los sufrimientos humanos, y la definición del psiquismo como territorio
de conflictos. Conflictos que entrañan a la vez dimensiones singulares, e histórico sociales y
colectivas. Vuelvo al título de esa obra, al hallazgo de proponer un pensamiento que tome al
yo y a “la masa” (aquí nombre de lo colectivo) como territorios de subjetivación no tan
separables, no tan ajenos ni distantes.
Freud escribió, cada vez, remarcando el carácter provisorio de sus descubrimientos y
afirmaciones. Y si algo marca su escritura es que en ella late la urgencia por transmitir lo que
va pensando, al ritmo de sus descubrimientos, construcciones y obstáculos.
“Más allá del principio de placer”, obra contigua a “Psicología de las masas…” concluye así:
“…debemos ser pacientes y esperar que la investigación cuente con otros medios y tenga otras
ocasiones. También hay que estar preparados para abandonar un camino que se siguió por un
tiempo, si no parece llevar a nada bueno. Sólo los creyentes que piden a la ciencia un sustituto
del catecismo abandonado echarán en cara al investigador que remodele o aun rehaga sus
puntos de vista…”
Las palabras, nuestro lenguaje, no han sido nunca inocuos, y es tiempo de volver a revisar los
fundamentos y principios (sabemos que en cada historia, y en La Historia, no hay un único
principio sino varios…), en lugar de repetir. Honrar la revuelta freudiana es no dejar de ser, es
seguir siendo, capaces de revueltas. Sigamos escribiendo con pluma escandalosa, contra los
discursos conservadores, para que el psicoanálisis no se vuelva discurso conservador (no
imagino para el psicoanálisis peor futuro que ese).
Este escrito no pretende arrogarse el derecho a decir “qué quiso decir en verdad” Freud, ni
quién lo lee mejor (cuantas hojas psicoanalíticas destinadas a ello…), sino que busca volver a
pensar, y ver en todo caso que queremos decir nosotrxs, hoy. Que el psicoanálisis no se
pervierta en masa: ejército o iglesia; y que el yo no sea solamente potencia de alienaciones,
es trabajo permanente del propio psicoanálisis.
¿Seguimos considerando que la masa, o la horda primordial, son mitos y funcionamientos
constitutivos de nuestra subjetividad?
¿Qué consecuencias entraña pensarnos desde la masa, o desde la horda, como paradigmas de
la grupalidad, del campo histórico-social, de la fundación y refundación de nuestra cultura?
¿Siguen siendo conceptos y herramientas vigentes? ¿Se mantienen intactos?
¿Cuál es la potencia de la multitud como concepto, y como acontecimiento en la Historia?
Ser consecuentes con la herencia freudiana es escribir a partir de su legado, un siglo después, y
más allá.
-Le Bon, Freud y las masas.
En 1920 Freud se halla leyendo a Le Bon, Trotter, Zola y Mc Dougall, cuenta Rodrigué en “El
siglo del psicoanálisis”, su biografía de Freud.
Le Bon se interesa por las masas y sus efectos en el alma del individuo. Las masas, dice Freud
citando a Le Bon, son sugestionables, maleables, las masas funcionan por imitación y contagio.
Las masas son impulsivas, volubles y excitables. Crédulas y acríticas. Las masas son tan
intolerantes como obedientes ante la autoridad. ”La masa quiere ser dominada y sometida, y
temer a sus amos… totalmente conservadora en el fondo, siente profunda aversión ante las
novedades y progresos, y una veneración sin límites por la tradición”. El individuo de la masa es
un individuo alterado y disminuido en sus funciones cognitivas e intelectuales. Es un individuo
que se cree omnipotente y que se comporta de modo irresponsable y desinhibido. Tiende a
caer en un estado de fascinación cercana a la del hipnotizado. “El individuo deja de ser él
mismo; se ha convertido en un autómata carente de voluntad”.
Le Bon compara el alma de las masas con el alma de los primitivos, las mujeres y los niños, a
quienes considera formas inferiores de evolución. “Las masas nunca conocieron la sed de la
verdad. Piden ilusiones, a las que no pueden renunciar”. La masa es un rebaño servil que
obedece a un Señor, o líder. La masa es, para Le Bon, un retroceso a una forma anterior de la
cultura.
La masa es –para mí- el nombre de un colectivo patologizado, y corre el riesgo de parecer
absorber dentro de sí a la totalidad de los funcionamientos colectivos, como si fuera un
concepto totalizador. Sobre todo, si sobre él también descansa, si en él se apuntala, el análisis
del yo. La masa también es un modo de investigar la anatomía de la psique, con sus conflictos,
sus vínculos tanto en el terreno metapsicológico como intersubjetivo, sus grados de sumisión y
de libertad. Freud mismo, en un pasaje del apartado III, advierte que es probable que bajo el
nombre de masas se hayan reunido formaciones muy diversas, que deberían separarse. Y
considera que las masas no son retroceso sino creación de cultura, y marca de la cultura en el
psiquismo. Sin embargo, privilegia en el abordaje de las masas, a las masas “artificiales”
fundamentales: Ejército e Iglesia. Es decir, abordará lo social, los lazos libidinales e
identificatorios que lo sostienen y posibilitan, y desde allí lo psíquico, desde dos dispositivos
paradigmáticos de obediencia.
No creo posible desconocer el valor político de tales conceptualizaciones, si es desde un
campo de obediencias y sumisiones, de restricciones, empobrecimientos, culpas y sumisiones,
que pensaremos lxs psicoanalistas lo atinente a la identificación: primer lazo afectivo con otro,
crucial en la prehistoria del Complejo de Edipo, y en su disolución y porvenir. Matriz de
sucesivas identificaciones y vínculos, que se desplegarán a lo largo de la vida.
Es cierto que las masas (Freud se refiere generalmente al “alma de las masas”, aun cuando
haga innumerables referencias a la vida pulsional…) responden tantas veces a prejuicios de
raza o estamentos (clases), opinión pública, etc. Empero, hay que señalar que las mismas no
son el conjunto ni la totalidad de las sociedades humanas. ¿Somos capaces de seguir
aseverando junto a Freud, que debemos osar “corregir el enunciado de Trotter según el cual el
ser humano es un animal gregario, diciendo que es más bien un animal de horda, el miembro
de una horda dirigida por un jefe”; y que la masa es el renacimiento de la horda primordial?
Por otra parte, en su recorrido, Freud ubica que en dichas dos masas paradigmáticas, las
mujeres estamos ausentes tanto como sujetos políticos centrales, tanto como “objetos
sexuales”. Las ligazones fundamentales allí se sostienen entre los hombres, miembros de las
masas, y entre sus integrantes y el líder (ideal del yo). Las mujeres: confinadas al espacio
doméstico, y distribuidas entre los hombres en “su” pasaje de endogamia a exogamia.
¿Es la narración de Tótem y tabú la narración con la cual pensarnos? ¿La horda de hermanos,
varones, sigue siendo el ámbito central donde la cultura humana se funda? ¿Y las mujeres?
¿Las mujeres se reparten, según el deseo del hombre, que encuentra regulación en la salida de
lo incestuoso, y con ella la exogamia? ¿La salida exogámica es privilegio y potestad de los
varones? En muchos momentos lo femenino queda capturado en lo materno. Lo femenino,
dice Julia Kristeva, “quedó en la oscuridad, absorbido, reabsorbido en el pacto de los
hermanos”. El campo de los deseos y la sexualidad, de la cultura y el pacto que la sostiene, se
ordenan en función de lo masculino como lugar hegemónico. Hoy el asesinato totémico y
mítico del padre se reformula, en todo caso, en asesinato, inconcluso aún, pero de ninguna
manera mítico, del patriarcado, que permita sobretodo pensar por fuera de aquel binarismo
cis y hetero-sexista.
Si no ha quedado claro, la masa es producto (y reproductora ella misma) –también- de la
cultura patriarcal.
-Rozitchner y su lectura de Freud. Pensar el poder.
León Rozitchner realiza (1972) en una parte de su extenso libro “Freud y los límites del
individualismo burgués”, una lectura notable de “Psicología de las masas y análisis del yo”.
En primer término, sitúa un punto fundamental: la omisión en Freud del hecho de que Le Bon
es un pensador de derecha, cuya teoría se basa en la preeminencia racial, y que fue vanguardia
del fascismo y del nazismo europeo. Esa omisión no puede menos que ser responsable de
ciertas lecturas ingenuas. Dice Rozitchner: “Este es, pues, el contenido político del libro de Le
Bon que Freud no incluyó explícitamente. Retengámoslo, pues, en la lectura de su Psicología de
las masas y análisis del yo para prolongar sus afirmaciones y sus análisis, y hacer emerger esta
presencia latente que debía estar necesariamente presente en su pensamiento”. Esto será
central para realizar una crítica a las concepciones burguesas de la masa. “Le Bon no alcanza a
comprender que su cultura, consolidada como absoluta y estable, es una cultura represora. Y
que la represión está presente como fundamento de la individualidad burguesa”.
Rozitchner va a profundizar en un Freud que sí establece la marca cultural (siempre histórica)
como distancia interiorizada en lo intrapsíquico, imbrincado con lo intersubjetivo. Y en la
relevancia del problema de las masas, punto crucial del proceso histórico contemporáneo, y de
los conflictos y conquistas del poder. León lee en Freud también la masa como el campo donde
es posible inaugurar una experiencia “aberrante” desde el punto de vista oficial, lejos de las
formas primitivas y cuasi naturales (horda, manada, tropilla), experiencia colectiva y conflictiva
capaz de una modificación radical del yo, y creación de cultura, mucho más allá de la única
masa que la burguesía concibe: el hombre sometido del individualismo burgués, ese que
justamente la masa, en su aparente desorganización, reorganizó, fijando a la sumisión como
“esencia” del hombre.
Ese pasaje, de una masa a otra, es también el pasaje de la sugestión al amor, creación de lazos
libidinales que la sostienen (en palabras de León: la razón hecha cuerpo, la carne hecha
significación, extensión material, campo sensible), una teoría de la afectividad más allá de la
sumisión y la dependencia, una teoría libidinal desde la cual la masa puede ser también lugar
de elaboración histórica e identificatoria.
-Virno y las multitudes.
Para Paolo Virno, multitud es lo opuesto a “pueblo”, si existe multitud no hay pueblo, y
viceversa, si existe pueblo, no hay multitud. El pueblo converge en el Estado, su premisa y
promesa universal es el Estado, en cambio las multitudes son modos abiertos a desarrollos
contradictorios: rebelión o servidumbre.
Virno parte de Spinoza, para quien “multitud indica una pluralidad que persiste como tal en la
escena pública, en la acción colectiva… sin converger en un Uno, sin desvanecerse en un
movimiento centrípeto. Multitud es la forma de existencia social y política de los muchos en
tanto muchos… Para Spinoza, la multitud es la base, el fundamento de las libertades civiles”. La
multitud para Virno no se contrapone al “Uno”, sino que lo redetermina. La multitud es un
modo de ser ambivalente, “contiene dentro de sí peligro y salvación, aquiescencia y conflicto,
servilismo y libertad”. La multitud es territorio de paradojas. Otra de ellas: “La experiencia
colectiva de la multitud no debilita, sino que radicaliza el proceso de individuación”. Yo agrego:
la multitud no aliena sino que subjetiva, des-coloniza. No está hecha únicamente de muches
sino, sobretodo, de luchas.
Virno añade algo más. Lo propio de la multitud es el “no sentirse en la propia casa”, esa
experiencia y vivencia está en el centro de su práctica social y política, es su condición
permanente e irreversible (tan cercana a la extranjeridad –Virno agregará que los extranjeros
son siempre pensadores- pero también próxima a lo nómade) no encarna (a diferencia del
pueblo) en el “Estado soberano”. Ese no sentirse en la propia casa, será anudado por Virno a la
“preeminencia de los lugares comunes”. Vaya paradoja. Lo común es lo extranjero. Esa
extranjeridad, ligada a la desobediencia y al éxodo, es lo que constituye y distingue a la
multitud de su versión servil: la masa (el sentido común es buen ejemplo de esta última).
Ese no sentirse en la propia casa, me lleva a John Berger, y su libro Confabulaciones. Allí habla
de la impertinencia y de la orfandad: “Propongo una conspiración de huérfanos.
Intercambiamos guiños. Rechazamos las jerarquías. Damos por asegurado que el mundo es
una mierda e intercambiamos historias sobre como logramos arreglárnosla pese a todo. Somos
impertinentes. Más de la mitad de las estrellas del universo son huérfanas y no pertenecen a
ninguna constelación. Y transmiten mucho más luz que las estrellas que sí forman parte de una
constelación”. La impertinencia y la orfandad son también –añado- rasgos de la multitud. La
masa es servilismo y tiene su propia novela familiar. Transforma la novela familiar en novela
cultural. Y escribe la cultura en clave y guión familiarista.
Para Virno, la multitud es política sin guión, potencia de acontecimientos, es un lenguaje que
carece de obra, un lenguaje que no interpreta una obra, más bien la crea. (Reverso de lo
político, según Diego Sztulwark, la multitud no coincide con pueblo, pero si con “lo plebeyo”).
Virno también hará referencia a la multitud como subjetividad, y sus tonalidades afectivas. En
ese sentido, ubica un conjunto de tonalidades que van desde el oportunismo (que Virno
distingue de “la sensibilidad hacia lo posible”), hasta el cinismo, pasando por la “alegre
sumisión”. Como contraparte, sobresale (siguiendo esta vez a Benjamin) la curiosidad. (Yo
agregaría el júbilo de lo emancipatorio).
¿A qué se refiere Virno con “ambivalencia de la multitud”? a que tanto lo bueno como lo malo
derivan ambos de un mismo núcleo, de una misma “forma de ser”.
A diferencia de Le Bon, Virno sostiene que la multitud tiene algo de infantil, pero ese algo es
–cuanto menos- algo serio. No subestimable ni “primitivo”. Como el juego… sin desprecio de la
infancia.
-Feminismos y Patriarcado. Nombres de la masa, nombres de la multitud.
Si la “corporación patriarcal” tiene como punto de partida una determinada identidad, que en
todo caso se trata de asumir y reforzar “en masa”, si todo varón debía (y tantas veces debe
aún, en circuito interminable de deber y deuda) enfrentarse al tremendo trabajo de consolidar
esa identidad demostrando-se que no es mujer, ni niño, ni gay; los movimientos feministas
–muchos de ellos al menos- sostienen el trabajo permanente de redefinir identidades. “Lo
femenino”, y el sistema sexo-género, se ponen en cuestión en ese mismo colectivo, usina de
libertades, exploraciones, discusiones y múltiples identificaciones. ¿Qué es el sistema sexo-
género? Es el sistema que define que una persona es de un cierto género en función de su
sexo. Es un régimen político que establece una continuidad entre sexo, género, práctica sexual
y deseo. Otorga unidad identitaria, funciona como un imperativo identitario. Como una matriz
de inteligibilidad, citando a Butler, que fija a la diferencia sexual como eje normalizador de las
existencias humanas, separando a los cuerpos que tienen sentido de los que no.
Sororidad, palabra-testimonio, invención de una nueva matriz identificante, es ejemplo, uno
apenas, de la potencia de la multitud feminista en el campo de las inscripciones identificatorias
constitutivas del yo (lejos, muy lejos de la idea de “contagio histérico”, y desde ya, mucho más
allá de lo edípico). Ser mujer, y no serlo, transicionar, ser queer, disidencia, no binarie, etc, aún
en sus más íntimas y privadas complejidades singulares, se inscribe y se tramita –también-
hoy, en el campo social. Lo público y lo privado reabren otra vez sus vínculos y se reescriben,
cuando decimos –por ejemplo- que lo personal es político. Y entonces la enorme potencia del
lenguaje se apropia de lo que la multitud tejió en los encuentros entre palabras y cuerpos. No
es una “palabra-propaganda” (cito una vez más a Virno) o slogan en clave de “masa” y su
acopio de “sentido común”, es la palabra que en el campo social nombra a la vez experiencia
privada y pública. Es la multitud y su creación de sujeto político. Su enorme potencia de afectar
y transformar a cada sujeto, las sexualidades, las identidades, las instituciones, el lenguaje, y
en ocasiones, hasta las leyes que nos damos.
Las mujeres, desamarradas del confinamiento al espacio doméstico y de los ideales que la
ligaban centralmente a funciones de maternidad y cuidado, y en caso de transgresión y
desobediencia: ligadas a la envidia del pene y del varón, fálicas, “poco femeninas”, venimos
transformando ideales, identificaciones, trayectos posibles, y nuestro propio “Narcisismo del
género”, que supo ser tan devaluado. Esos trabajos psíquicos de mujeres y disidencias, junto
con el trabajo de deslindar masculinidad de dominación, no serían posibles sin las
transformaciones que pulsa la multitud, en su existencia corpórea. No son búsquedas
solitarias, no son luchas individuales y personales únicamente. El Ni una menos es espejo y
motor de todo ello. La multitud organiza la rebelión silenciosa, muchas veces, de tantos yoes
oprimidos. La multitud es esa lupa que posibilitó en tantísimas biografías, épocas y geografías
diversas, impulsar rebeliones pequeñas y enormes, de aquellos yoes que se configuran en
torno a la amenaza naturalizada, a una historia y un linaje de violencias crueldades que
distribuyeron posibles e imposibles, lenguajes subalternos y silencios al interior, incrustadas,
en la subjetividad de mujeres y disidencias. Pero además permite revisar todo lo que quedó
segmentado, mutilado, clandestinizado, arrancado y arrasado del yo se tantxs para acceder a
cierta aceptable integridad yoica. Con esa promesa y anhelo de integridad, con esa línea
evolutiva que fijó los ideales psicoanalíticos a los cuerpos y experiencias de tantas de nosotras,
nos forjamos. En el mejor de los casos lo hemos desarmado, lo seguimos desarmando. El yo de
la masa quedó encorsetado en un espacio restringido de caminos posibles para el derrotero de
“lo femenino”. Entre identificaciones histéricas o alienadas, edípicas y edipizantes, hacia el
horizonte de una feminidad “lograda”, por esa ruta de equivalencias simbólicas que
predestinan nuestras más sanas y aprobadas ambiciones, aquellas que nos resguardan en el
ámbito de lo normal.
La literatura, en muchos de sus resquicios, supo leer y escribir por lo bajo. La literatura es el
primer reservorio de los singulares silencios y el lugar en el que hacer una experiencia de lo
común, antes que el psicoanálisis y la filosofía organizaran esos saberes y experiencias como
formas que nos han subjetivado durante siglos. Nuestros conceptos más preciados cargan con
esa herencia patriarcal, y urge revisarla.
Vengo leyendo a Carolina Meloni, filósofa argentina exiliada desde pequeña en España, quien
escribió un libro realmente estupendo: “Feminismos fronterizos. Mestizas, abyectas y perras”.
Su lectura me ayudó a pensar una cantidad de cosas que atañen a ese “giro de la consciencia
feminista” que no es simplemente una “perspectiva de género”, y que se nutre del trabajo de
tantas autoras y precursoras, de hecho Carolina realiza un trabajo de genealogía crítica de los
conceptos, y qué inspirador es eso para nosotres, ¿no? Pienso que el psicoanálisis precisa de
esas lecturas y reescrituras en clave de genealogía crítica.
Carolina, entre tantas cosas, hace referencia a la multitud feminista en tanto conformada por
capas, va identificando cada una de ellas, cada capa de lucha que hace del feminismo un
colectivo no totalizado, mutante, nómade, un movimiento y una teoría política que se piensa a
sí misma. La multitud, entonces, es nómade, y establece vínculos de alianza, no de filiación o
de parentesco. La masa es estática, se edifica en modo familiarista. Respecto de cada una de
ellas, de masa y de multitud, se perfila una manera de pensar identidades. La identidad fija,
persistente, cerrada, binaria, del yo en la masa, y a partir de ella. La identidad cambiante,
errante, abierta, del yo en la multitud y a partir de ella. La identidad como configuración
mutante.
La masa disciplina y doméstica. La masa es sedentaria, no se mueve, no se altera ni muta.
Enmudece. La masa cree en el lenguaje del poder. Lo adora y lo adopta. La masa es de estirpe
blanca y europea. Y el yo de la masa es el yo vasallo, colonizado y alienado en sus mismas
raigambres identificatorias y en sus vínculos con las otras instancias psíquicas.
La multitud feminista para Meloni reúne lo abyecto, lo nómade y migrante, lo descolonizado,
lo extranjero, lo anómalo, lo disidente, lo intruso y lo bastardo, todo aquello expulsado del
canon y razón patriarcal, así como de los feminismos que reproducen su lógica (El feminismo
blanco y burgués, que reproduce esencialismos y exclusiones u opresiones). Meloni eleva la
noción de frontera a categoría epistemológica y crítica, y nos comparte sus lecturas (Butler,
Braidotti, De Lauretis, Wittig, Anzaldúa, Vidarte, por nombrar apenas a algunxs). La frontera y
lo marginal como punto de vista.
Volvamos ahora a Virno, que dice algo precioso, y evocador de la multitud cuando ella es
existencia sensible: “la multitud es también un conjunto de memorias y un gusto sensual por
los lugares, por las historias que los lugares nos cuentan, que estos lugares tienen…Si esto no
existiera, la multitud sería una cosa pobre, sería un discurso, en el peor sentido de la palabra,
sociológico”.
La multitud es revuelta de cuerpos, lenguajes y calles. La marea verde y violeta, y en ella todas
las herencias de luchas multitudinarias, emancipatorias y revolucionarias, lo sabe. La multitud
feminista se expande en todo el mundo. Es también la puesta en relación entre las urgencias y
las voces de hoy, con toda una historia, más bien millones de historias, de luchas y de silencios.
Todos esos ancestrales silencios, con sus represiones, clandestinidades y sufrimientos,
regresan en la multitud, liberando tantas veces los deseos y existencias de ideales mortíferos.
Y entonces el aborto, tanto como el deseo de no maternar, así como las existencias que no
caben en definiciones binarias y se rebelan a ellas, pueden dejar de ser tabú…
Donde la masa era, advino (o devino) la multitud. El mito ya no es el terreno de subjetivación,
sino el acontecimiento, el acontecimiento feminista con su potencia subjetivante. Vuelvo a las
palabras de Badiou: el acontecimiento es lo que permite a un inexistente ponerse de pie. En
esas luchas estamos.
¿Es capaz el psicoanálisis de pensarse –otra vez- a sí mismo?
-Bibliografía general:
-Badiou, Alain. “El despertar de la historia”. Ediciones Nueva Visión. Bs.As; 2012
-Berger, John. “Confabulaciones” Interzona editora. Bs.As; 2018.
-Freud, Sigmund. “Más allá del principio de placer”. Amorrortu Editores. Bs.As; 1992.
“Psicología de las masas y análisis del yo”. Amorrortu Editores. Bs.As; 1992.
“El malestar en la cultura”. Amorrortu Editores. Bs.As; 1992.
“Tótem y tabú”. Amorrortu Editores. Bs.As; 1992.
-Feldman, Lila María. “La revuelta en la cultura”. Blog Lobo Suelto. 2019.
“La lengua revuelta”. Blog Lobo Suelto y Diario Página 12. 2019.
-Feldman, Saúl. “La conquista del sentido común”. Ediciones Continente. Bs.As, 2019.
-Kristeva, Julia. “Sentido y sinsentido de la revuelta”. Eudeba. Bs.As, 1998.
-Meloni, Carolina. “Femenismos fronterizos. Mestizas, abyectas y perras”. Kaótica ediciones.
Madrid; 2021.
-Rodrigué, Emilio. “Sigmund Freud. El siglo del psicoanálisis” Editorial Sudamericana. Bs.As;
1996.
-Rozitchner, León. “Freud y los límites del individualismo burgués”. Ediciones Biblioteca
Nacional. Bs.As; 2013.
-Sztulwark, Diego. “La ofensiva sensible”. Editorial Caja Negra. Bs.As; 2019.
-Tájer, Débora. Seminario anual de Psicoanálisis y Género. 2020.
-Virno, Paolo. “Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida
contemporáneas”. Tinta limón Ediciones. Bs.As; 2016.