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El lenguaje de la ternura, más allá… y aún



Por Leila Wanzek


Donde tú eres tierno, dices plural.

R. Barthes


La ferocidad de los discursos hegemónicos, globalizadores y segregatorios que predominan en los tiempos que (nos) corren y su más allá del malestar en la cultura, crecen exponencialmente con la pandemia que atravesamos y también deja en evidencia que la ternura es una categoría clínica, ética y política crucial en nuestra época. Ella -así en femenino y no toda- es el único afecto que tiene la potencia de cuidar lo humano que nos habita, es decir, de preservar aquellas marcas intimas que nos singularizan a unos de otros en el seno de un lazo posible y novedoso al Otro que hace acontecimiento de cuerpos y comunidad. Por lo tanto, es un operador constitutivo del sujeto y constituyente de la subjetividad epocal del que no nos podemos olvidar, abordada de costado o reducida a un afecto más entre otros (Wanzek 2019a, 2019b, 2020a, 2020b).


Sin embargo, el lenguaje de la ternura no ha tenido demasiada relevancia -o al menos no la suficiente- dentro del campo psicoanalíticos. Hablar de ternura aún parece ser leído como signo de debilidad, ideal romántico, femenino, moral o intersubjetivo. Muchos destacados psicoanalistas que se ocuparon rigurosamente del tema no han logrado suficiente reconocimiento e, incluso, han sido bastante denostados. Supongo que por diferentes interese convino mantener a la ternura oculta, detenida y silenciada dentro de la historia y cultura del psicoanálisis durante tantos años. Pero siempre hay algunos valientes y hoy, más que nunca, es preciso recuperar el estatuto teórico-clínico, ético y político privilegiado que le otorgaron Freud y Ferenczi a la ternura en la constitución subjetiva de la vida psíquica y social de los seres humanos.


En este breve escrito, en conmemoración de los 100 años de Más allá del principio del placer, va mi homenaje a Freud con Ferenczi en su Prólogo a la edición húngara de Más allá del principio del placer; de la mano de su ética del cuidado, amistad, honestidad intelectual y lenguaje de la ternura que operan a contrapelo de la pulsión de muerte que se empeña en degradar los lazos sociales, las cosas y los tiempos del amor.


Allí Ferenczi (1924) dice que:

“Hace más de diez años, en el Congreso de Psicoanálisis de Nüremberg, surgió una viva controversia con un profesor renombrado y muy respetable de la universidad Harvard de Boston, que se esforzaba por introducir el conjunto del material científico del psicoanálisis en el marco de un sistema filosófico que se había hecho muy popular. Por mi parte sostuve enérgicamente que los nuevos datos proporcionados por el análisis debían ser objeto, durante mucho tiempo aún, de una investigación y una elaboración científica imparciales, es decir, independientes de cualquier sistema rígido ya estructurado. Sin embargo, no he rechazado la eventualidad de una concepción del mundo enteramente nueva e independiente de lo que hasta ahora ha existido, fundada precisamente sobre estos nuevos datos. Esta exigencia se manifiesta cada vez más raramente entre los psicoanalistas serios, y quienes no han podido renunciar a ella, quienes en su impaciencia pretendían dotar prematuramente al psicoanálisis de una base filosófica definitiva, han tenido que abandonar las filas de los investigadores activos.


Parece que ha llegado el momento en que es posible hacer una pausa de vez en cuando en el campo particular de la investigación psicoanalítica para lanzar una mirada sobre el conjunto del material científico e intentar incluir nuestra búsqueda parcial en el conjunto de nuestro conocimiento del universo. Es algo raro y reconfortante que este trabajo lo haya emprendido el mismo cerebro que ha creado primero y elaborado, luego, detalladamente el psicoanálisis. La obra cuya traducción húngara publicamos se sitúa en esta región fronteriza que separa, es decir, que une la psicología y las ciencias biológicas.” (Ferenczi, 1981, pp. 263-4).

Leo en este Prólogo algunas coordenadas de la posición ética y política que este psicoanalista venia proponiendo, en conversaciones con Freud y en sus propios desarrollos -entre 1920 y 1928- que giran en torno a revisar la “elasticidad de la técnica psicoanalítica” y la relación a otras disciplinas, fundamentalmente, del campo social. Es decir, sobre la necesaria renovación del proyecto clínico del psicoanálisis de aquellos tiempos. En este sentido destaca que los psicoanalistas serios, rígidos e impacientes, sin disposición a la novedad y autonomía creadora, “han tenido que abandonar las filas de los investigadores activos” del psicoanálisis. Situando de este modo los desarrollos de Mas allá… como esa pausa o impasse necesario para una verdadera investigación psicoanalítica que intente incluir nuevos desarrollos en un “conjunto” que funde campos y fronteras discursivas. Ferenczi localiza este escrito de la obra de Freud, nada más y nada menos, que en la región fronteriza del “entre” que separa uniendo a la psicología y las ciencias, junto el reconocimiento del “esfuerzo” que le implicó a Freud mantener esta distancia para que fuera posible el trabajo de creación y construcción del psicoanálisis.


Ferenczi avanza en esta dirección y sitúa lo novedoso del aporte de este escrito para la historia de las ciencias humanas: “Freud se ha visto obligado a oponer a los impulsos de conservación y de evolución -los únicos considerados hasta ahora- el impulso de muerte, y, poniendo de este modo fin a la arbitrariedad que dominaba respecto a la teoría de los impulsos, a reducir los procesos biológicos a la polaridad de esas dos tendencias” (p. 264). Y concluye sobre la posición ética y política de Freud en este escrito quien: “Con la modestia del sabio, el autor califica este ensayo de exploración incierta, pero si medimos el valor de una teoría por el número de fenómenos que permite explicar, dicho de otro modo, por su valor heurístico, debemos reconocer que los nuevos datos contenidos en esta obra pueden servir de punto de partida a una evolución cuya importancia es actualmente incalculable” (pp. 264-5).


Si bien, Freud se pronunció tempranamente en su obra sobre el estatuto constitutivo de la ternura en la vida psíquica y social de los sujetos, mencionaremos brevemente dos referencias previas a Mas allá… En primer lugar, en Tres ensayos... (1905) avanza sobre el “individuo auxiliador o de apoyo” que, además de satisfacer las necesidades básicas del recién nacido para sobrevivir, le enseña al niño/a amar al prójimo cuando lo acaricia, lo besa, lo habla y lo mece. Este sienta los fundamentos del inconsciente, es decir, de “lo otro” -o “la otra cosa” como lo psíquico e inconsciente- en nosotros y diferente del otro -o “la otra persona”-. Una segunda referencia, es a Sobre la más generalizada… (1912) donde distingue la corriente tierna y la sensual para referirse al primer modo de relación amorosa del niño al Otro de los primeros cuidados, en el cual la satisfacción sexual se apoya en la satisfacción de las pulsiones de autoconservación. Por lo tanto, lo que habría en el origen es necesidad, pero de amor, ternura y deseo del Otro. En esta clave ya no se trataría solo de la satisfacción de las pulsiones de autoconservación o la inhibición de pulsiones sexuales, sino de lo fundante de la demanda de amor al Otro ante la amenaza de su pérdida que remite a la angustia del caos, la experiencia de dolor y el desamparo inaugural. Sólo será por amor que el niño renunciará a la satisfacción pulsional autoerótica y se enlazará al Otro que con este afecto constitutivo se humanizan (Wanzek, 2020a).


Así arribamos al modo en que Freud aborda la ternura en Más allá del principio de placer (1920), donde plantea por primera vez la dicotomía entre Eros pulsión de vida y las pulsiones de muerte. Allí se refiere a la ternura en relación con el vinculo materno y la vivencia penosa de renuncia pulsional en juego en el Fort Da como “el gran logro cultural del niño”. Se pregunta ¿cómo se concilia con el principio de placer la repetición de esta vivencia penosa en el juego? Y postula que allí está en juego la satisfacción de un impulso hostil sofocado -vengarse de la madre por su partida- que se exterioriza de manera más primaria e independientemente del principio de placer. Por lo tanto, el hecho novedoso que introduce en este escrito es que en la vida anímica existe una compulsión a la repetición que también devuelve vivencias pasadas desagradables que, no solo no tuvieron ni contienen posibilidad de placer, sino que se sitúan más allá de este. Localiza entre ellas los sueños traumáticos, la impulsión en el juego de los niños y el sentimiento de inferioridad que, si bien advierte sucede en pocos casos, se trata de ese dolor ante el desengaño amoroso por el retiro abrupto de la ternura propiciada por los progenitores que pone fin al florecimiento temprano de la vida sexual infantil o “amor típico de la infancia" (2008, p. 21) que los neuróticos repiten en transferencia. De este modo la compulsión de repetición se presenta como “más originaria, más elemental, más pulsional que el principio de placer que ella destrona" (p. 23). Define la pulsión como “un esfuerzo inherente a lo orgánico vivo de reproducción de un estado anterior que lo vivo debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas; sería una suerte de elasticidad orgánica" (p. 36). Agrega que la meta de toda vida es la muerte y que lo inanimado estuvo ahí antes: “el organismo sólo quiere morir a su manera" (p. 39). Son las pulsiones de vida las que contrarían este propósito y prolongan la duración del trayecto con las cosas de la cultura humana que se edifican sobre la represión pulsional: “es el afán del Eros por conjugar lo orgánico en unidades cada vez mayores" (p. 42).


Recapitulando, entonces, en este escrito Freud introduce una tajante oposición entre dos tipos de mociones pulsionales: las pulsiones yoicas -de muerte- y las pulsiones sexuales -de vida o Eros-. Estas últimas aspiran a la fusión, continuación, renovación y realización de la vida por medio de:

“la unión de numerosas células en una ´sociedad´ vital. Una célula ayuda a preservar la vida de otras, y ese ´Estado´ celular puede pervivir aunque algunas de sus células mueran (…) Siendo así, podría ensayarse transferir a la relación recíproca entre células la teoría de la libido elaborada por el psicoanálisis. Imaginaríamos así que las pulsiones de vida o sexuales, activas en cada célula, son las que toman por objeto a las otras células, neutralizando en parte sus pulsiones de muerte y manteniéndolas de ese modo con vida.” (p.49)


Nos resulta interesante -en el contexto actual de pandemia y cuarentena- destacar la idea que introduce Freud en esta referencia sobre los aportes del psicoanálisis para pensar la función del Eros que neutraliza en parte la pulsión de muerte en cada célula y produce efectos en el conjunto de la “sociedad vital”. Allí se trata de un Estado y una comunidad de células donde cada una ayuda a preservar la vida de las otras. Por último, se refiere a la potencia del Eros frente al más allá de esos narcisismos que terminan destruyendo o desvitalizando lo vivo:

“Quizás habría que declarar narcisistas, en este mismo sentido, a las células de los neoplasias malignos que destruyen al organismo viviente (…) De tal suerte, la libido de nuestras pulsiones sexuales coincidiría con el Eros de los poetas y los filósofos, el Eros que cohesiona todo lo vivientes" (Ibidem).


Hasta aquí un breve recorrido por la hipótesis pulsional que Freud introduce en Más allá… y el modo en que deja planteados los fenómenos sociales que lo (pre)ocuparan de aquí en más. Un año después en Psicología de las masas y análisis del yo (1921) dice que “En la vida anímica del individuo, el otro cuenta, con total regularidad, como modelo, como objeto, como auxiliar y como enemigo, y por eso desde el comienzo mismo la psicología individual es simultáneamente psicología social” (2008, p. 67). Además, hace un extenso análisis sobre el afecto tierno -retomando los desarrollos de 1905 y 1912- como pulsión sexual o sensual de meta inhibida, contrapuesta y sucesora de la ligazón de objeto sexual de meta no inhibida. Destaca que las primeras tienen “una gran ventaja funcional. Puesto que no son susceptibles de una satisfacción cabal, son particularmente aptas para crear ligazones duraderas” (p. 130). A esta altura el afecto tierno ya no es solo condición para medir el grado de enamoramiento de los individuos, sino la condición de los lazos afectivos en general y su matriz simbólica. La marca diferenciadora del enamoramiento, que lo distingue del simple deseo sexual, es la idealización narcisista del objeto, que puede llevar al total dominio del yo por parte del objeto idealizado, a su destrucción y humillación, como también a las sensaciones de fusión y completud revitalizante. Entonces habrá enamoramientos en los que no se desarrollará el sentimiento de ternura -o este será ineficaz- como también relaciones tiernas en que no existe la idealización de la corriente sensual (Wanzek, 2020a). Por lo tanto, podríamos decir que Freud fue ampliando su concepción del lazo amoroso tierno, en tanto interviene en los procesos de identificación más tempranos de la constitución subjetiva, y la importancia de las pulsiones “para todos los logros éticos y psíquicos” (2005, p. 204) de la vida anímica de los seres humanos.

Por último, en Malestar en la cultura (1930) se pregunta por el padecimiento del hombre que vive en sociedad ante el cual la cultura se erige como una solución posible. Define a la pulsión de muerte por la agresión, lo irreductible, antisocial e ingobernable, tendiente a ignorar la alteridad ya que no necesita del lazo al otro para llevar a cabo su cometido en contra de la cultura. Por el contrario, el Eros no es sin el lazo al otro que le da y sostiene la vida: “la cultura (…) sería un proceso al servicio del Eros, que quiere reunir a los individuos aislados, luego a las familias, después a etnias, pueblos, naciones, en una gran unidad: la humanidad” (2007, p. 117). De este modo sitúa del lado del amor de meta inhibida o la ternura “una de las bases de la cultura” (p. 99) que tiene “una gran ventaja funcional” (p. 131) ya que, a diferencia del amor genital que lleva a la formación de nuevas familias, la ternura lleva a la creación de «fraternidades» que alcanzan importancia cultural porque escapan a muchas de las limitaciones del primero.

Sobre estos territorios es que avanza Ferenczi en relación con lo que dio en llamar lenguaje de la ternura en Confusión de lenguas entre los adultos y el niño (1933). Allí postula sus desarrollos acerca del “silencioso universo de la ternura” en el marco de su teoría del trauma. Retoma las ideas de Freud en torno a que la capacidad de experimentar un amor objetal está precedida de un estadio identificatorio y llama a este último “estadio de la ternura”. Postula que en este estadio la satisfacción solo es lúdica y, en el camino de intentar puntualizar lo que hay de tierno en el erotismo infantil, lo diferencia del estadio de la pasión adulta y sus padecimientos. Dice:

“Si en el momento de esta fase de ternura se impone a los niños más amor o un amor diferente al que desean, pueden ocasionárseles las mismas consecuencias patógenas que la privación de amor (…) Los padres y los adultos deberían aprender a reconocer, como los analistas, tras el amor de transferencia la sumisión o la duración de nuestros hijos, de nuestros pacientes o de nuestros alumnos, un deseo nostálgico de liberarse de este amor opresivo y forzado” (1981, p. 146).

Y concluye “me agradaría que a partir de ahora concedieran más importancia al modo de pensar y de hablar de sus niños, de sus pacientes y de sus alumnos (…) de forma que pudieran aclarar la confusión de lenguas y aprovecharan la ocasión para aprender muchas cosas” (p. 149). De este modo Ferenczi nos invita a recuperar el lenguaje de la ternura, la alegría de existir, la espontaneidad y satisfacción lúdica de lo infantil en la terapéutica psicoanalítica y en la vida.


No quiero dejar de mencionar a Ulloa quien se ocupó de recuperar y desarrollar la noción de ternura como instancia ética y política en los tiempos oscuros de horror en nuestro país. Desarrollos que tienen renovada vigencia en la coyuntura actual. En la Novela clínica psicoanalítica… (2012) plantea que es la necesaria resonancia de “estar afectado por quien demanda lo que permite al clínico inclinarse frente al sufrimiento que debe asistir, a la manera de la empatía propia de la ternura materna que sabe por qué llora su niño”. Define a la ternura como “una instancia psíquica fundadora de la condición humana (…) siendo de hecho una instancia ética” que funda al sujeto como soberano, única garantía de supervivencia y constitución psíquica al implicar la renuncia inicial (parental) al impulso de apoderamiento del sujeto infantil (hijo/a) y un freno a la descarga pulsional. En los casos de crueldad se trata de una falla en la operación de la ternura que no puede regular el despliegue ilimitado de la pulsión –o del goce, podríamos decir con Lacan- por lo que no se sigue el destino de entrada a la cultura y esto conlleva graves consecuencias para la constitución subjetiva.


Por último, Restrepo en El derecho a la ternura (1994) dice: “Muchos se sentirán prevenidos frente a nuestro intento de considerar la ternura como un derecho, pues preferirían dejarla aparte de la diatriba política, pareciéndoles impensable que una constitución consagre como norma el deber de ser tiernos”


Para concluir …

Freud, Ferenczi y Ulloa -cada uno con su estilo y situados en su coyuntura epocal- destacan el íntimo lazo que existe entre la ternura, la ética y la política del cuidado del sujeto del inconsciente y lo infantile para el psicoanalisis. Para estos, como se trató de transmitir en este breve recorrido, es crucial la posición que asuma y el lugar que le reserve el Otro social al sujeto por-venir para poder habitar los territorios del lenguaje de la ternura, la alegria y la creatividad que posibiliten la lectura/escritura de vivencias dolorosas, traumaticas y desamparos. Concluimos,entonces, que la eficacia del lenguaje de la ternura radica en preservar ese derecho a la dignidad del sujeto, sus tiempos y modos singulares de responder al desamparo en ese “entre” del lazo al otro del Otro (parental, social, comunitario, cultura, Estado, instituciones) en que ambos se humanizan con un deseo que no sea anonimo y un cuerpo no desafectado en los tiempos y contextos más adversos como lo es la pandemia actual.


Bibliografía

Barthes, R. (2008) Fragmento


s de un discurso amoroso. Buenos Aires: Siglo XXI.

Ferenczi, S. (1981) Prólogo a la edición húngara de Mas allá del principio de placer (1923). En Sandor Ferenczi Obras Completas de Sandor, Tomo III: 1919-1926. Madrid: ESPASA-CALPE.

Ferenczi, S. (1984) Confusión de lenguas entre los adultos y el niño. El lenguaje de la ternura y de la pasión. En Sandor Ferenczi Obras Completas de Sandor, Tomo IV: 1927-1933. Madrid: ESPASA-CALPE.

Freud, S. (1905) Tres ensayos de teoría sexual. En Obras Completas Vol. VII. Buenos Aires: Amorrortu. 2005.

Freud (1912) Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (Contribuciones a la psicología del amor, II). En Obras Completas Vol. XI. Buenos Aires: Amorrortu. 2010.

Freud, S. (1920) Mas allá del principio de placer. En Obras Completas Vol. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu. 2008.

Freud, S. (1921) Psicología de las masas y análisis del yo. En Obras Completas Vol. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu. 2008.

Freud, S. (1930[1929]) El malestar en la cultura. En Obras Completas Vol. XXI. Buenos Aires: Amorrortu. 2007.

Restrepo, L. C. (1994) El derecho a la ternura. Medellín: Arango editores.

Wanzek, L. (2019a) Por una política del lazo social y una ética de la ternura en la infancia. En Iuale, L., Espert, J. y Wanzek, L. La infancia intervenida. Ciencia, clínica y política. Lugar Editorial.

Wanzek, L. (2019b) Puntualizaciones sobre la noción de ternura desde una perspectiva psicoanalítica de la primera infancia situada en (con)texto. Memorias del XI Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología. Ediciones de la Facultad de Psicología. UBA.

Wanzek, L. (2020a) La noción de ternura en Freud y el gesto de amor en Lacan. En Iuale L. (comp.) Disrupción de los afectos en la época y la clínica actualidad. JCE Editores.

Wanzek, L. (2020b) La noción de gesto de amor acuñada por J. Lacan: aportes del psicoanálisis en inter()sección con los territorios sociopolíticos de la primera infancia. Trabajo en evaluación presentado al Anuario de Investigación de la Facultad de Psicología, UBA.


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