Más allá de la masa, la multitud
(La novela cultural psicoanalítica)
Lila M. Feldman
Psicoanalista y escritora
Más allá del principio de placer y Psicología de las masas y análisis del yo, son textos contiguos. Escritos y publicados en 1920-1921. Cien años después, pienso que la vigencia del psicoanálisis y el pensamiento Freudiano radica en su método, su ética y su política, la apasionada investigación de los enigmas del inconsciente, y su gobierno de la vida anímica. El interés por los sufrimientos humanos, y la definición de psiquismo como territorio de conflictos. Conflictos que entrañan a la vez dimensiones singulares, e histórico sociales y colectivas. Las mismas no se oponen ni se excluyen. Están presentes, siempre.
Freud escribió, cada vez, remarcando el carácter provisorio de sus descubrimientos y afirmaciones. Y si algo marca su escritura es que en ella late la urgencia por transmitir lo que va pensando, al ritmo de sus descubrimientos, construcciones y obstáculos.
Más allá del principio de placer, concluye así:
“…debemos ser pacientes y esperar que la investigación cuente con otros medios y tenga otras ocasiones. También hay que estar preparados para abandonar un camino que se siguió por un tiempo, si no parece llevar a nada bueno. Sólo los creyentes que piden a la ciencia un sustituto del catecismo abandonado echarán en cara al investigador que remodele o aun rehaga sus puntos de vista…”
Sostengo que pensar el yo desde la masa (masas artificiales), un siglo después, es marca de atraso, para quienes vivimos esta época signada por las revueltas y las transformaciones políticas, culturales y subjetivas que nacen de las multitudes.
Las palabras no han sido nunca inocuas, y es tiempo de volver a revisar los fundamentos y principios (sabemos que en cada historia, y en La Historia, no hay un único principio sino varios…), en lugar de repetir. Honrar la revuelta freudiana es no dejar de ser, es seguir siendo, capaces de revueltas. Sigamos escribiendo con pluma escandalosa, contra los discursos conservadores, para que el psicoanálisis no se vuelva discurso conservador (no imagino para el psicoanálisis peor futuro que ese) y obturante.
Este escrito no pretende arrogarse el derecho a decir “qué quiso decir en verdad” Freud, ni quién lo lee mejor (cuantas hojas psicoanalíticas destinadas a ello…), sino que busca volver a pensar, y ver en todo caso que queremos decir nosotrxs, hoy. Que el psicoanálisis no se pervierta en masa: ejército o iglesia; y que el yo no sea solamente potencia de alienaciones, es trabajo permanente del propio psicoanálisis.
¿Seguimos considerando que la masa, o la horda primordial, son mitos y funcionamientos constitutivos de nuestra subjetividad?
¿Qué consecuencias entraña pensarnos desde la masa, o desde la horda, como paradigmas de la grupalidad, del campo histórico-social, de la fundación y refundación de nuestra cultura? ¿Siguen siendo conceptos y herramientas vigentes? ¿Se mantienen intactos?
¿Cuál es la potencia de la multitud como concepto, y como acontecimiento en la Historia?
Ser consecuentes con la herencia freudiana es escribir a partir de su legado, un siglo después, más allá.
-Le Bon, Freud y las masas.
En 1920 Freud se halla leyendo a Le Bon, Trotter, Zola y Mc Dougall, cuenta Rodrigué en “El siglo del psicoanálisis”, su biografía de Freud.
Le Bon se interesa por las masas y sus efectos en el alma del individuo. Las masas, dice Freud citando a Le Bon, son sugestionables, maleables, las masas funcionan por imitación y contagio. Las masas son impulsivas, volubles y excitables. Crédulas y acríticas. Las masas son tan intolerantes como obedientes ante la autoridad…”La masa quiere ser dominada y sometida, y temer a sus amos… totalmente conservadora en el fondo, siente profunda aversión ante las novedades y progresos, y una veneración sin límites por la tradición”. El individuo de la masa es un individuo alterado y disminuido en sus funciones cognitivas e intelectuales. Es un individuo que se cree omnipotente y que se comporta de modo irresponsable y desinhibido. Tiende a caer en un estado de fascinación cercana a la del hipnotizado. “El individuo deja de ser él mismo; se ha convertido en un autómata carente de voluntad”.
Le Bon compara el alma de las masas con el alma de los primitivos, las mujeres y los niños, a quienes considera formas inferiores de evolución. “Las masas nunca conocieron la sed de la verdad. Piden ilusiones, a las que no pueden renunciar”. La masa es un rebaño servil que obedece a un Señor, o líder. La masa es, para Le Bon, un retroceso a una forma anterior de la cultura.
La masa es –para mí- el nombre de un colectivo patologizado, y corre el riesgo de parecer absorber dentro de sí a la totalidad de los funcionamientos colectivos, como si fuera un concepto totalizador. Sobre todo, si sobre él también descansa el análisis del yo. La masa también es un modo de investigar la anatomía de la psique, con sus conflictos, sus vínculos tanto en el terreno metapsicológico como intersubjetivo, sus grados de sumisión y de libertad. Freud mismo, en un pasaje del apartado III, advierte que es probable que bajo el nombre de masas se hayan reunido formaciones muy diversas, que deberían separarse. Y considera que las masas no son retroceso sino creación de cultura, y marca de la cultura en el psiquismo. Sin embargo, privilegia en el abordaje de las masas, a las masas “artificiales” fundamentales: Ejército e Iglesia. Es decir, abordará lo social, los lazos libidinales e identificatorios que lo sostienen y posibilitan, y desde allí lo psíquico, desde dos dispositivos paradigmáticos de obediencia.
No creo posible desconocer el valor político de tales conceptualizaciones, si es desde un campo de obediencias y sumisiones, de restricciones, empobrecimientos, culpas y sumisiones, que pensaremos lxs psicoanalistas lo atinente a la identificación: primer lazo afectivo con otro, crucial en la prehistoria del Complejo de Edipo, y en su disolución y porvenir. Matriz de sucesivas identificaciones y vínculos, que se desplegarán a lo largo de la vida.
Es cierto que las masas (Freud se refiere generalmente al “alma de las masas”, aun cuando haga innumerables referencias a la vida pulsional…) responden tantas veces a prejuicios de raza o estamentos (clases), opinión pública, etc. Empero, hay que señalar que las mismas no son el conjunto ni la totalidad de las sociedades humanas. ¿Somos capaces de seguir aseverando junto a Freud, que debemos osar “corregir el enunciado de Trotter según el cual el ser humano es un animal gregario, diciendo que es más bien un animal de horda, el miembro de una horda dirigida por un jefe”; y que la masa es el renacimiento de la horda primordial?
Por otra parte, en su recorrido, Freud ubica que en dichas dos masas paradigmáticas, las mujeres estamos ausentes tanto como sujetos políticos centrales, tanto como “objetos sexuales”. Las ligazones fundamentales allí se sostienen entre los hombres, miembros de las masas, y entre sus integrantes y el líder (ideal del yo). Las mujeres: confinadas al espacio doméstico, y distribuidas entre los hombres en “su” pasaje de endogamia a exogamia.
¿Es la narración de Tótem y tabú la narración con la cual pensarnos? ¿La horda de hermanos, varones, sigue siendo el ámbito central donde la cultura humana se funda? ¿Y las mujeres? ¿Las mujeres se reparten, según el deseo del hombre, que encuentra regulación en la salida de lo incestuoso, y con ella la exogamia? ¿La salida exogámica es privilegio y potestad de los varones? En muchos momentos lo femenino queda demasiado enlazado a lo materno. Lo femenino, dice Julia Kristeva, “quedó en la oscuridad, absorbido, reabsorbido en el pacto de los hermanos”. El campo de los deseos y la sexualidad, de la cultura y el pacto que la sostiene, se ordenan en función de lo masculino como lugar hegemónico. Hoy el asesinato totémico y mítico del padre se reformula, en todo caso, en asesinato, inconcluso aún, pero de ninguna manera mítico, del patriarcado. Pasaje del mito al acontecimiento (Badiou nombró al acontecimiento como lo que permite a un inexistente ponerse de pie).
Si no ha quedado claro, la masa es producto (y reproductora ella misma) –también- de la cultura patriarcal.
-Rozitchner y su lectura de Freud. ¿Y el poder dónde está?
León Rozitchner realiza (1972) en una parte de su extenso libro “Freud y los límites del individualismo burgués”, una lectura notable de “Psicología de las masas y análisis del yo”.
En primer término, sitúa un punto fundamental: la omisión en Freud del hecho de que Le Bon es un pensador de derecha, cuya teoría se basa en la preeminencia racial, y que fue vanguardia del fascismo y del nazismo europeo. Esa omisión no puede menos que ser responsable de ciertas lecturas ingenuas. Dice Rozitchner: “Este es, pues, el contenido político del libro de Le Bon que Freud no incluyó explícitamente. Retengámoslo, pues, en la lectura de su Psicología de las masas y análisis del yo para prolongar sus afirmaciones y sus análisis, y hacer emerger esta presencia latente que debía estar necesariamente presente en su pensamiento”. Esto será central para realizar una crítica a las concepciones burguesas de la masa. “Le Bon no alcanza a comprender que su cultura, consolidada como absoluta y estable, es una cultura represora. Y que la represión está presente como fundamento de la individualidad burguesa”.
Rozitchner va a profundizar en un Freud que sí establece la marca cultural (siempre histórica) como distancia interiorizada en lo intrapsíquico, imbrincado con lo intersubjetivo. Y en la relevancia del problema de las masas, punto crucial del proceso histórico contemporáneo, y de los conflictos y conquistas del poder. León lee en Freud también la masa como el campo donde es posible inaugurar una experiencia “aberrante” desde el punto de vista oficial, lejos de las formas primitivas y cuasi naturales (horda, manada, tropilla), experiencia colectiva y conflictiva capaz de una modificación radical del yo, y creación de cultura, mucho más allá de la única masa que la burguesía concibe: el hombre sometido del individualismo burgués, ese que justamente la masa, en su aparente desorganización, reorganizó, fijando a la sumisión como “esencia” del hombre.
Ese pasaje, de una masa a otra, es también el pasaje de la sugestión al amor, creación de lazos libidinales que la sostienen (en palabras de León: la razón hecha cuerpo, la carne hecha significación, extensión material, campo sensible), una teoría de la afectividad más allá de la sumisión y la dependencia, una teoría libidinal desde la cual la masa puede ser también lugar de elaboración histórica e identificatoria.
-Virno y las multitudes.
Para Paolo Virno, multitud es lo opuesto a “pueblo”, si existe multitud no hay pueblo, y viceversa, si existe pueblo, no hay multitud. El pueblo converge en el Estado, su premisa y promesa universal es el Estado, en cambio las multitudes son modos abiertos a desarrollos contradictorios: rebelión o servidumbre. Su premisa no es el Estado, sino el lenguaje (lenguaje que por supuesto incluye al cuerpo). La universalidad ya no es promesa, sino premisa. La universalidad es punto de partida.
Virno parte de Spinoza, para quien “multitud indica una pluralidad que persiste como tal en la escena pública, en la acción colectiva… sin converger en un Uno, sin desvanecerse en un movimiento centrípeto. Multitud es la forma de existencia social y política de los muchos en tanto muchos… Para Spinoza , la multitud es la base, el fundamento de las libertades civiles”. La multitud para Virno no se contrapone al “Uno”, sino que lo redetermina. La multitud es un modo de ser ambivalente, “contiene dentro de sí peligro y salvación, aquiescencia y conflicto, servilismo y libertad”. La multitud es territorio de paradojas. Otra de ellas: “La experiencia colectiva de la multitud no debilita, sino que radicaliza el proceso de individuación”.
Virno añade algo más. Lo propio de la multitud es el “no sentirse en la propia casa”, esa experiencia y vivencia está en el centro de su práctica social y política, es su condición permanente e irreversible (tan cercana a la extranjeridad –Virno agregará que los extranjeros son siempre pensadores- pero también próxima a lo nómade) no encarna (a diferencia del pueblo) en el “Estado soberano”. Ese no sentirse en la propia casa, será anudado por Virno a la “preeminencia de los lugares comunes”. Vaya paradoja. Lo común es lo extranjero. Esa extranjeridad, ligada a la desobediencia y al éxodo, es lo que constituye y distingue a la multitud de su versión servil: la masa (el sentido común es buen ejemplo de esta última). Ese no sentirse en la propia casa, me lleva a John Berger, y su libro Confabulaciones. Allí habla de la impertinencia y de la orfandad: “Propongo una conspiración de huérfanos. Intercambiamos guiños. Rechazamos las jerarquías. Damos por asegurado que el mundo es una mierda e intercambiamos historias sobre como logramos arreglárnosla pese a todo. Somos impertinentes. Más de la mitad de las estrellas del universo son huérfanas y no pertenecen a ninguna constelación. Y transmiten mucho más luz que las estrellas que forman parte de una constelación”. La impertinencia y la orfandad son también –añado- rasgos de la multitud.
Otro elemento sumamente interesante -en cuanto a la composición de la multitud, aún en construcción- es el del “virtuosismo”. El lenguaje, nos dice Virno, es sin obra. “Toda enunciación es una prestación virtuosa. Y es tal porque, obviamente, está conectada… a la presencia de los otros… Solo el hablante -a diferencia del pianista, del bailarín, del actor- puede prescindir de un guión o de una partitura. El suyo es un virtuosismo doble: no solo no produce una obra que se distinga de la ejecución, sino que ni siquiera tiene una obra a sus espaldas, una obra a la cual actualizar mediante la interpretación”. Dicho virtuosismo le permitirá a este autor desplegar la cuestión del vínculo entre potencia y acto, un acto que es potencialidad pura. Política sin guión. (Reverso de lo político, según Diego Sztulwark, la multitud no coincide con pueblo, pero si con “lo plebeyo”).
Virno también hará referencia a la multitud como subjetividad, y sus tonalidades afectivas. En ese sentido, ubica un conjunto de tonalidades que van desde el oportunismo (que Virno distingue de “la sensibilidad hacia lo posible”), hasta el cinismo, pasando por la “alegre sumisión”. Como contraparte, sobresale (siguiendo esta vez a Benjamin) la curiosidad. (Yo agregaría el júbilo de lo emancipatorio).
¿A qué se refiere Virno con “ambivalencia de la multitud”? a que tanto lo bueno como lo malo derivan ambos de un mismo núcleo, de una misma “forma de ser”.
A diferencia de Le Bon, Virno sostiene que la multitud tiene algo de infantil, pero ese algo es –cuanto menos- algo serio. No subestimable ni “primitivo”. Como el juego… sin desprecio de la infancia.
-Feminismos y Patriarcado. Nombres de la masa, nombres de la multitud.
Si la “corporación patriarcal” tiene como punto de partida una determinada identidad, que en todo caso se trata de asumir y reforzar “en masa”, si todo varón debía (y tantas veces debe aún, en circuito interminable de deber y deuda) enfrentarse al tremendo trabajo de consolidar esa identidad demostrando-se que no es mujer, ni niño, ni gay; los movimientos feministas –en cambio- se sostienen en el trabajo permanente de redefinir “lo femenino”, y al género, los géneros en general, cuyo soporte es ese mismo colectivo, usina de libertades, exploraciones, y múltiples identificaciones.
Sororidad, palabra-testimonio, invención de una nueva matriz identificante, es ejemplo, uno apenas, de la potencia de la multitud feminista en el campo de las inscripciones identificatorias constitutivas del yo (lejos, muy lejos de la idea de “contagio histérico”, y desde ya, mucho más allá de lo edípico). Ser mujer, aún en sus más intimas y privadas complejidades singulares, se inscribe y se tramita –también- hoy, en el campo social. Lo público y lo privado reabren otra vez sus vínculos y se reescriben, cuando decimos –por ejemplo- que lo personal es político. Y entonces la enorme potencia del lenguaje se apropia de lo que la multitud tejió en los encuentros entre palabras y cuerpos. No es una “palabra-propaganda” (cito una vez más a Virno) o slogan en clave de “masa” y su acopio de “sentido común” (Saúl Feldman escribió un hermoso libro al respecto), es la palabra que en el campo social nombra a la vez experiencia privada y pública. Es la multitud y su creación de sujeto político. Su enorme potencia de afectar y transformar a cada sujeto, las sexualidades, las identidades , las instituciones, el lenguaje, y en ocasiones, hasta las leyes que nos damos.
Las mujeres, desamarradas del confinamiento al espacio doméstico y de los ideales que la ligaban centralmente a funciones de maternidad y cuidado, y en caso de transgresión y desobediencia: ligadas a la envidia del pene y del varón, fálicas, “poco femeninas”, venimos transformando ideales, identificaciones, trayectos posibles, y nuestro propio “Narcisismo del género”, que supo ser tan devaluado. Esos trabajos psíquicos de mujeres y disidencias, junto con el trabajo de deslindar masculinidad de dominación, no serían posibles sin las transformaciones que pulsa la multitud, en su existencia corpórea. No son búsquedas solitarias, no son luchas individuales y personales únicamente. El Ni una menos es espejo y motor de todo ello.
Por último, Virno dice algo precioso, y evocador de la multitud cuando ella es existencia sensible: “la multitud es también un conjunto de memorias y un gusto sensual por los lugares, por las historias que los lugares nos cuentan, que estos lugares tienen…Si esto no existiera, la multitud sería una cosa pobre, sería un discurso, en el peor sentido de la palabra, sociológico”.
La multitud es revuelta de cuerpos, lenguajes y calles. La marea verde y violeta, y en ella todas las herencias de luchas multitudinarias, emancipatorias y revolucionarias, lo sabe. La multitud feminista se expande en todo el mundo. Es también la puesta en relación entre las urgencias y las voces de hoy, con toda una historia, más bien millones de historias, de silencios. Todos esos ancestrales silencios, con sus represiones, clandestinidades y sufrimientos, regresan en la multitud, liberando tantas veces los deseos y existencias de ideales mortíferos. Y entonces el aborto, tanto como el deseo de no maternar, pueden dejar de ser tabú…
Donde la masa era, advino (o devino) la multitud. Multitud, que es también la capacidad de afectar y modificar la cultura, y sus malestares. Y sigue batallando, aún sin calles, aún en tiempos de confinamiento pandémico, y más allá: será ley.
-Bibliografía general:
-Badiou, Alain. “El despertar de la historia”. Ediciones Nueva Visión. Bs.As; 2012
-Berger, John. “Confabulaciones” Interzona editora. Bs.As; 2018.
-Freud, Sigmund. “Más allá del principio de placer”. Amorrortu Editores. Bs.As; 1992.
“Psicología de las masas y análisis del yo”. Amorrortu Editores. Bs.As; 1992.
“El malestar en la cultura”. Amorrortu Editores. Bs.As; 1992.
“Tótem y tabú”. Amorrortu Editores. Bs.As; 1992.
-Feldman, Lila María. “La revuelta en la cultura”. Blog Lobo Suelto. 2019.
“La lengua revuelta”. Blog Lobo Suelto y Diario Página 12. 2019.
-Feldman, Saúl. “La conquista del sentido común”. Ediciones Continente. Bs.As, 2019.
-Kristeva, Julia. “Sentido y sinsentido de la revuelta”. Eudeba. Bs.As, 1998.
-Rodrigué, Emilio. “Sigmund Freud. El siglo del psicoanálisis” Editorial Sudamericana. Bs.As; 1996.
-Rozitchner, León. “Freud y los límites del individualismo burgués”. Ediciones Biblioteca Nacional. Bs.As; 2013.
-Sztulwark, Diego. “La ofensiva sensible”. Editorial Caja Negra. Bs.As; 2019.
-Tájer, Débora. Seminario anual de Psicoanálisis y Género. 2020.
-Virno, Paolo. “Gramática de la multitud. Para un análisis de las formas de vida contemporáneas”. Tinta limón Ediciones. Bs.As; 2016.
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