Unas líneas en la oscuridad
Julio Moscón
¿se cantará también?
También se cantará
sobre los tiempos oscuros”.
- Bertold Brecht
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No sabría decir si de repente este virus arrasadornos ha sumergido en la noche, o si nos ha encandilado con una luz cegadora. ¿Andamos a tientas en la oscuridad o es que una luminosidad fulminante no nos deja ver? Sea como fuera,no vemos claro y el mundose nos ha vuelto extraño,ha sufrido un cataclismo y el temblor continúa.
Por el momento, las teorías y explicaciones que nos van llegando,las citas de autores que se multiplican y las lecturas a las que apelamos, hablan más de nuestra incertidumbre que de alguna certeza, ante un real amenazante que no podemos entender.
En principio, perplejos, balbuceamos párrafos de libros que hemos leído y nos vienen a la memoria historias que intentan orientarnos, pero por ahora no logramos salir del impacto del tsunami.Como si la sola amenaza reinante y las prevenciones de la catástrofe, nos hubieran ya despojado de lo que - poco o mucho - todavía tenemos, y no pudiéramos dejar de sentirnos a la intemperie.
Percibimosque “no hay lástima en el Hado”[1]; que ni malo ni bueno, lo real es lo que es, sin importarle nuestra suerte. Las generales de la ley de esta fatalidad nos igualan,obvio que sin borrar la desigualdad social en la que impacta; pero más aún - y sumando dudas - las contingencias singulares de cada uno se están jugando en la partida y nadie sabe a ciencia cierta qué número va a sacar.
Vamos y venimos entre la amenaza catastrófica, que es una inmensidad sin borde y sin término que se abalanza encima de todos, y la angustia propiamente dicha, que al menos enmarca algo,localiza un objeto ominoso y permite dibujar un cierto límite, a partir del cual poder pulsear un conflicto, reanimar el deseo y ponerle letra al desconcierto.
2
Constatamos,por su parte, que el discurso amo - esa estructura que nos determina y que hace al patrimonio común compartido - está siendo jaqueado por el virus y revelasu falla de modo dramático.Salvajemente se pone en evidencia el agujero que habita en las entrañas del discurso, trastornando el lazo social. Y ocurre a gran escala, en la dimensión de la catástrofe, en medio de la propagación global de una peste que, como si retornaran lostiempos medievales, tienta a perseguir y conjurardemonios.
Ocurre queel discurso amo reacciona y se lanza a la tarea de circunscribir el mal y reducirlo, y en sus acciones políticas –que, entre otras, incluyenlas respuestas de la ciencia - podemos vertanto los aciertos que levantan el ánimo, como los desaciertos y falencias que conllevan heridas narcisistas difíciles de admitir.
Y también, por lógica, están las reacciones pasionales, propias de la agresividad narcisista ante la falta de saber sobre lo real, que pueden llevar a la identificación de algún otrocomo culpable del mal, que un imaginario desesperado necesita demonizar.
Es así que distintas formas de discriminación y de persecución se disparan, coexistiendo y confundiéndose con las medidas preventivas justas y racionales, sin que sea fácil despejarlas en medio de las urgencias.
3
Y a pesar de todo, en la oscuridad o el encandilamiento de estos días; oscilando entre los recursos simbólicos que intentan bordear el agujero traumático,y la locura de las reacciones imaginarias que deliran un enemigo que se necesita fabricar,o que elucubran una conspiración indemostrable,es posible también que emerja una letradesde lo más íntimo del sujeto, hecha de su carencia, de la falta en ser, habida cuenta de la desolacióna la que la situación límite lo ha confrontado.
La poesía puede ser esa letra, unas líneas escritas que dicen de la ausencia de sí, de la pérdida que se inscribe en unos versos;una de las formas de emoción más inmediatas y quizás tan primordiales como la música, el canto y el baile, o como las primitivas pinturas rupestres.
En este sentido, me importa destacar el valor de la poesía cuando adquiere el sesgosintomático, el de irmás allá del discurso amo y del narcisismo, tejiéndose alrededor del agujero y así bordeando lo real indecible. Valor sintomático, digo, en tanto le da letra a la discordia del sujeto y procede por la vía del más allá del placer,derivando el goce sufriente - aunque sea en parte - en la ganancia emocional deun goce estético.
Por lo tanto, podemos plantear que,al lado de las mencionadas respuestas del discurso ante las amenazas, y además de las reacciones de pánico, las inhibiciones y las actuaciones diversas, también la poesía tiene su lugar posible, equivalente al que tiene el amor inspirado por la carencia, en ese límite del seren el que el sujeto “da lo que no tiene”, al decir de Lacan.
Escribiéndose desde su falta –y con su falta –el sujeto puede crearun efecto de sentido en causa con la falta en el Otro,y provocar su resonancia emocional y poética.
Al fin, en la conmoción de estos tiempos, la apuesta es que la letra alcance la significación de un imaginario marcado por la castración y sepa elevarse a la dignidad de la Cosa.
Por último, dejo anotadasunas líneas en verso, que escribí en una de estas noches:
A tientas
en la oscuridad,
o a ciegas,
encandilado.
Incierto en la niebla.
Se extraña la media luz
de los días.
[1]Jorge Luis Borges, de un verso de “El ápice”, poesía incluida en “La moneda de hierro” (1976).
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